jueves, 1 de noviembre de 2007

Lugares y tiempos sagrados en las culturas andinas del NOA

Foto: Laguna del Tesoro, Tucumán.

Conocer el pasado de nuestra América, los niveles que alcanzaron las culturas precolombinas, puede llegar a ser una experiencia estremecedora. Esas ruinas hablan, trasmiten mensajes y, a todos aquellos que tengan sensibilidad, les contagian sensaciones muy profundas en las que se combinan la admiración, el respeto, el dolor y muchos otros matices tal vez intransferibles..
Este es un libro de acercamiento a esas culturas, escrito por alguien que ha vivido las sensaciones antedichas y que tiene toda la autoridad del que habla de temas que ha trabajado mucho, y que domina, ama y respeta.
Orlando Bravo es un conocido estudioso de las grandes culturas andinas. Doctor en Física, ha combinado sus competencias en este territorio, con una larga experiencia de andinista (que le permitió observar in situ los hechos durante muchos años), y con su sólido conocimiento del cuadro general de las culturas mencionadas.
Rastreó, midió, calculó, comparó, analizó, sacó fotografías, trazó laboriosos gráfícos, para luego brindarnos el testimonio difícilmente refutable de las cifras: aquel que aportan las matemáticas y la física.
El presente trabajo delimita su territorio en el noroeste argentino, siempre con referencia a los grandes centros culturales precolombinos, y se convierte en valioso aporte al corpus que constituyen los estudios sobre Machu Picchu y Tiwanaku, ruinas medulosamente conocidas por el Dr. Bravo, y que no infrecuentemente le sirven de referencia.
Estas ruinas aborígenes, por lo general situadas a gran altura (a veces superior a los 4000 msnm) nos hablan de lugares donde la nieve reina, el frío se enseñorea sobre todo lo viviente y los inviernos son crueles. Pero donde también brilla el sol, intenso y ardiente, en cielos tan azules, tan límpidos, y madura los frutos, y a lo largo de su curso va sembrando y manteniendo la vida. Estas razones serían un factor quecontribuiría a abonar los cultos solares
Los nativos, pues, debian seguir el curso del sol para "acomodar" los labrantíos, las siembras, el riego, las terrazas, los canales, la recolección de frutos, para determinar y calcular las pariciones, para reglar las actividades cotidianas, para organizar la vida tanto económica como doméstica, para prevenir situaciones, es decir, para organizar el futuro.
Nuestros nativos, como los de Tiwanaku, como los del Cuzco, como los Aztecas y los Mayas, tuvieron sus cultos solares, pero debajo de ellos, y sosteniéndolos, estuvieron sus avanzados conocimientos astronómicos: seguir el curso del sol a lo largo de los días, y quizás, reglar las ceremonias para que no se alejara para siempre, para que retornase en el tiempo calculado (la religión y la ciencia en una unión indisoluble); marcaron con precisión matemática los solsticios y los equinoccios, época de las grandes celebraciones solares en las que ataban al sol para que no se fuera, abandonándolos. A través de sus construcciones en piedra, de sus ventanucos ad hoc, de menhires, de bajorrelieves en la roca, podían seguir el curso del sol a lo largo del año. Así construyeron sus calendarios pétreos. En base a ellos organizaban sus vidas y la vida de la comunidad.

El presente texto aporta gráficos rigurosos y abundante material fotográfico, con los que Orlando Bravo refrenda su teoría. Además se apoya en el sistema de estudios comparados: estudia la Kalasasaya de Tiwanaku y luego la de Queneto, en Perú. Dentro de ese campo incribe a La Ciudacita (ubicada en las nevados del Aconquija, concretamente en la bajada del Morro de las Ruinas, a 4030 msnm, ruinas que él conoce mejor que nadie, que visita desde hace más de 40 años), los menhires de Tafí del Valle, Tiu cañada y los petroglifos de Ovejería (San Pedro de Colalao): la huaca de Ovejería con su famosa "Piedra pintada", mal llamada así, y otros petroglifos.
Leer al Dr. Bravo es empaparse de su saber, trasmitido en lenguaje asequible, no obstante la aridez que circunstancialmente puede presentar el tema, sobre todo para aquellos que no transitan con facilidad por el mundo de los números y de la física.
Nos enteramos así, de cómo los nativos armaron sus calendarios, y todo su proceso, con el respectivo análisis físico-astronómico-matemático que sostiene y avala la teoría. En cuanto a las correcciones calendáricas, O.B. recurre a un respetable cálculo de probabilidades.
La presente publicación de la Universidad Nacional de Tucumán tiene un doble valor: por un lado, el que le es específico, esto es la seriedad y minuciosidad científicas con que un especialista de indiscutida autoridad y reconocida trayectoria, encara el tema propuesto. Por otro, la incorporación del Noroeste argentino al campo científico y de investigación, con lo que los estudiosos tendrán un importante aporte que les ha de permitir no sólo ampliar la perspectiva en sus estudios sino también el trabajo en bloque sobre estos centros astronómicos y religiosos de Hispanoamérica, que tienen tantos elementos comunes entre sí.

Alba Omil

Extraído del prólogo del libro Lugares y tiempos sagrados en las culturas andinas del NOA, de Orlando Bravo. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 2002.

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