jueves, 21 de enero de 2010

La lechuza


Dentro de estas figuras, la lechuza y el búho portan una simbología más abstracta y más oscura aunque no fatídica como la que derivó después de la conquista.
La lechuza tiene un lugar importante dentro de la imaginería indígena: aparece grabada en las piedras, en los ceramios, hay urnas funerarias de párvulos que adoptan sus formas ¿por qué?
El doctor Orlando Bravo (Lugares y tiempos sagrados en las culturas andinas del Noroeste Argentino, UNT, 2001, p.32) señala que en la llamada Piedra Pintada de San Pedro de Colalao (lugar sagrado y observatorio astronómico) hay grabada una interesante figura de lechuza que está como protegiendo a un pichón o búho pequeño. Es la que primero recibe los rayos del sol porque es la figura que está ubicada más al levante. El Dr. Bravo piensa que, para los aborígenes, era una aliada de la noche, la que veía en las tinieblas.
Quizás era por eso que figuraba en las urnas funerarias: una invocación para que acompañe al difunto, para que no se pierda entre las sombras de la muerte.
Adán Quiroga (1931) describe así a esta figura de la Piedra Pintada: "La sexta figura que luego se repite con su cara de aspecto de lechuza y semejante a algunos de los llamados ídolos personales", acerca de los cuales no podemos menos que preguntarnos ¿por qué una figura de lechuza como amuleto?
Para empezar, tenemos que tener en cuenta que en las culturas precolombinas del NOA, la lechuza no cargaba el sema de agorera ni el de funesta ni el de acompañante de brujas que introdujeron los españoles. Al contrario, si el dibujo del ave aparece en las urnas funerarias es porque de algún modo estaba vinculada al trasmundo [...].

Alba Omil

Extraído del libro Lo demoníaco en los mitos del Noroeste Argentino, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2002.

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