La mariposa olía con fruición la flor mientras lamía con su larga lengua, el terciopelo del cuerpo –pétalos encarnados, pétalos de rosa–, gustaba la dulzura del pistilo, se empolvaba entre frágiles estambres ¡Qué placer!
Voló hacia otra flor: el goce del aroma, el colchón de estambres. Succionó el erecto pistilo, mientras la flor se estremecía: su descendencia estaba asegurada.
En seguida la sedujo la lujuria de una enorme azucena de labios entreabiertos y corola profunda, puro pétalos, de estambres lujuriosos, hinchados de polen. Y ella gozándola, sorbiéndola, oliendo sus sabores, mezclando la carga de sus antenas (cenizas de ave fénix) que ya visitaron otras flores.
¡Qué promiscuidad! La madre tierra celebraba las primaverales nupcias, exhalando aromas por todos los rincones de su cuerpo.
Voló hacia otra flor: el goce del aroma, el colchón de estambres. Succionó el erecto pistilo, mientras la flor se estremecía: su descendencia estaba asegurada.
En seguida la sedujo la lujuria de una enorme azucena de labios entreabiertos y corola profunda, puro pétalos, de estambres lujuriosos, hinchados de polen. Y ella gozándola, sorbiéndola, oliendo sus sabores, mezclando la carga de sus antenas (cenizas de ave fénix) que ya visitaron otras flores.
¡Qué promiscuidad! La madre tierra celebraba las primaverales nupcias, exhalando aromas por todos los rincones de su cuerpo.
Alba Omil
Extraído del libro Bestiario Erótico y otras historias de animales, de Alba Omil y Lucio Piérola, Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2007.
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