martes, 4 de marzo de 2008

Miguel Lillo - Su figura


No necesitó el título universitario, aunque después haya recibido un doctorado Honoris causa.
Bebió en los libros; lo orientaron científicos de primer nivel. El resto lo hicieron su vocación, su pasión por la naturaleza, su espíritu inquieto, su sed de conocimientos.
Su austeridad y su vocación le permitieron integrar una de las más importantes colecciones de Historia Natural de América Latina, patrones internacionales de comparación, que se usan en todo el mundo. Lillo no era hombre de sólidos recursos económicos; la humildad de la casa en que vivía, así lo testimonia. Su lujo lo constituían su biblioteca y sus colecciones.
Sobre su vida, el mismo Lillo ha dejado, en una reseña, un somero cuadro. El resto puede recomponerse con documentos, artículos periodísticos, libros y con expresiones, anécdotas, recuerdos (sólidos, vividos, sentidos) del conjunto de aquellos que lo conocieron.
Lillo era un investigador, un coleccionista y un solitario. Su casa, en la calle que hoy lleva su nombre, estaba convertida en museo y jardín botánico ya en vida del sabio: libros, colecciones, documentos, plantas que llenaban su vida .Cosas que Lillo había coleccionado y ordenado, más que para sí , con visión de futuro, para la humanidad, para la ciencia, para su país.
Miembro de la brillante generación del Centenario, partícipe de sus ideales, de fuerte individualidad, imbuido del espíritu generacional, Lillo iba dejando atrás sus años jóvenes, estaba enfermo y le preocupaba el destino de su obra. Muere el 4 de mayo de 1931, legando sus bienes a la Fundación que lleva su nombre. Pero no solo fueron sus bienes lo que el sabio donó a la posteridad, dejó también otros valores, que no se miden con parámetros materiales: ideas, muchas veces adelantadas a su espacio y tiempo.
El predio se conserva con sus frondas, su respeto por la naturaleza que, de algún modo, representa lo perdurable; y las ruinas de lo que otrora fue una modesta edificación. Hoy lo perdurable se mantiene como él lo dejó, al igual que se mantienen los principios espirituales que de algún modo ello simboliza. Lo otro, ha crecido y hoy alberga a numerosos investigadores y técnicos, también edificios, museo, laboratorios, libros, publicaciones, que son el valor agregado de aquello que el sabio legara.

Alba Omil

Extraído del libro Fundación Miguel Lillo - Historia. Textos: Alba Omil. Fundación Miguel Lillo, Tucumán, Argentina, 1993.

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