Es conocido el motivo del diablo dispensador de riquezas. Grillot de Givry (1981) se ocupa del tema con su clásica solvencia. Según la creencia, como el diablo reina en el mundo inferior, conoce todas las minas, todos los tesoros escondidos; es su dueño y señor, puede entregarlos a quien le plazca y ha puesto sus guardianes para custodiarlos, todo lo cual se ha convertido en tópico. A veces no se especifica que sean guardianes demoníacos, pero son seres del Mundo de las tinieblas, generalmente "almas en pena", que se manifiestan mediante luces malas.
En el ámbito universal hay relatos sobre este tema, que se multiplica en el espacio y en el tiempo.
En el Noroeste argentino, el tema de los "tapados" es de vieja data: ¡Cuántos monumentos megalíticos se han destruido por buscar tapados! La tradición conserva vivo este tema gracias a algunos ingredientes que no varían: los tapados existen; algunos ya han sido desenterrados, prueba evidente de su existencia; muchos continúan siendo buscados.
En el Nuevo Mundo podemos encontrar antecedentes lejanos: Veamos lo que dice David Granada (1896): "Raro es el cerro, peñasco o escarpado, desde la Cordillera de los Andes hasta las comarcas del Uruguay, Paraná y Paraguay, que no tenga una 'salamanca' o cueva encantada, que no encierre considerables riquezas de oro y plata en sus entrañas [...], que no emita luces y resplandores que a veces iluminan una vasta extensión del territorio".
Acerca de estas luces hay un ponderable corpus de leyendas: la luz mala, o el farol (Omil, 1988 y 1989), Ambrosetti (1976, 111) .
Son muchas las explicaciones sobre el origen de estos tesoros:
"Esos tesoros son antiguas minas que hoy los aborígenes ocultaron, 'taparon' para sustraerlas de la codicia española: guacas, enterratorios de caciques, con las alhajas que tuvieron en vida.
El supuesto tesoro enterrado de los Jesuitas con motivo de su expulsión.
El que los comerciantes acaudalados enterraron antes de huir al Perú, cuando estalló la revolución de mayo.
El tesoro del rescate de Atahualpa.
Los tesoros aborígenes".
Con cada uno de estos temas puede elaborarse un corpus de relatos orales, algunos de fuerte tenor mítico.
De este amplísimo abanico sólo nos interesan aquellos relatos donde aparecen como custodios, seres demoníacos, o almas irredentas, y ubicados en el ámbito del Noroeste argentino.
En otra ocasión relatamos la bellísima historia del cerro Cierra-puesta, con su increíble tesoro custodiado por una diabla coja conocida como Patasola (Omil, 1988 y 1989) . Ahora nos detendremos en otras, no menos llamativas: la del Curu-curu, la del Zorrito, y la del cerro Tres cruces. Cada uno de estos núcleos ha generado una red de historias sobre fabulosos tesoros ocultos en las sierras de Salta y aún no descubiertos [...]
En el ámbito universal hay relatos sobre este tema, que se multiplica en el espacio y en el tiempo.
En el Noroeste argentino, el tema de los "tapados" es de vieja data: ¡Cuántos monumentos megalíticos se han destruido por buscar tapados! La tradición conserva vivo este tema gracias a algunos ingredientes que no varían: los tapados existen; algunos ya han sido desenterrados, prueba evidente de su existencia; muchos continúan siendo buscados.
En el Nuevo Mundo podemos encontrar antecedentes lejanos: Veamos lo que dice David Granada (1896): "Raro es el cerro, peñasco o escarpado, desde la Cordillera de los Andes hasta las comarcas del Uruguay, Paraná y Paraguay, que no tenga una 'salamanca' o cueva encantada, que no encierre considerables riquezas de oro y plata en sus entrañas [...], que no emita luces y resplandores que a veces iluminan una vasta extensión del territorio".
Acerca de estas luces hay un ponderable corpus de leyendas: la luz mala, o el farol (Omil, 1988 y 1989), Ambrosetti (1976, 111) .
Son muchas las explicaciones sobre el origen de estos tesoros:
"Esos tesoros son antiguas minas que hoy los aborígenes ocultaron, 'taparon' para sustraerlas de la codicia española: guacas, enterratorios de caciques, con las alhajas que tuvieron en vida.
El supuesto tesoro enterrado de los Jesuitas con motivo de su expulsión.
El que los comerciantes acaudalados enterraron antes de huir al Perú, cuando estalló la revolución de mayo.
El tesoro del rescate de Atahualpa.
Los tesoros aborígenes".
Con cada uno de estos temas puede elaborarse un corpus de relatos orales, algunos de fuerte tenor mítico.
De este amplísimo abanico sólo nos interesan aquellos relatos donde aparecen como custodios, seres demoníacos, o almas irredentas, y ubicados en el ámbito del Noroeste argentino.
En otra ocasión relatamos la bellísima historia del cerro Cierra-puesta, con su increíble tesoro custodiado por una diabla coja conocida como Patasola (Omil, 1988 y 1989) . Ahora nos detendremos en otras, no menos llamativas: la del Curu-curu, la del Zorrito, y la del cerro Tres cruces. Cada uno de estos núcleos ha generado una red de historias sobre fabulosos tesoros ocultos en las sierras de Salta y aún no descubiertos [...]
Alba Omil
Extraído del libro Lo demoníaco en los mitos del Noroeste Argentino, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2002.
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