[...] Estos poemas son visualmente sencillos, clarísimos a una primera lectura; agua de vertiente, diríamos. Pero el agua de vertiente, con toda su pureza, viene de la hondura de la tierra. Y es ahí, en la hondura del texto, donde hay que buscar la esencia que nutre y sostiene estos poemas. Sin duda el mundo que ellos reflejan no es el que ven a diario nuestros ojos; es el ensueño el que mueve los pinceles de esta materia notablemente plástica. Y así, el autor puede crear un universo paralelo y contemplar cómo "se han subido a la luna las abejas", imagen que la memoria eidética dejará grabada en nuestro cerebro ¿O en nuestra conciencia? ¿O en los cimientos de nuestra alma?
Hay un constante juego dialéctico entre lo que caduca y lo que perdura; entre lo que perdimos y lo que debemos conservar; en lo que dejaremos a los que siguen, cuando nos devore el silencio.
David contempla el universo (esa combinación de realidad y ensueño) con goce. Y lo transmite y lo contagia. Enciende las palabras para luego atenuarlas con leves celajes. He ahí el encanto de leerlo que, quizás, sea también el encanto de compartirlo.
Alba Omil
Extraído de las palabras preliminares del libro "Del planeta amado", de David Bercovich. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.
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