jueves, 27 de septiembre de 2007

Victoria Ocampo, la testigo

Como testigo, Victoria Ocampo tiene un doble mérito: el de una mujer longeva, y para colmo inteligente, que ha visto tantos cambios en el mundo casi a lo largo de un siglo (siglo en el que todo corre y se transforma tan velozmente) que casi podemos hablar de dos mundos: "He vivido en la época en que pasar el Canal de la Mancha en avión se consideraba una hazaña sin par. Hoy vivo en la época en que cualquier persona, sin asomo de heroísmo, cruza el canal, cruza la cordillera, cruza el Atlántico sin pestañear... Yo siempre pestañeo. He vivido en la época en que una mujer no podía encender un cigarrillo en la confitería París de Buenos Aires sin que un mozo le pidiese que lo apagara, ni seguir una carrera, o reclamar el voto sin que se rieran de sus pretensiones; ni manejar un auto sin que le gritaran algo insultante en una bocacalle. He conocido ese mundo y al de ahora en que se nombra juez a una mujer argentina porque lo merece; en que la señora Pandit, una mujer india, ha ocupado el puesto de presidente de las Naciones Unidas porque lo merece. Dos mundos". Todo esto ha visto. Todo esto ha vivido. De todo ha sido testigo activa y de todo da testimonio porque tiene facilidad para contarlo.
"Soy un escritor que se leerá de aquí a cincuenta años para saber qué pasaba en el corazón de los argentinos de mi época". Pero Victoria Ocampo se queda corta: ella no sólo ha dado testimonio de su época tal como Juan Ruiz lo dio de la suya, humildemente, cotidianamente: de aquí a cincuenta, o a cien años, si hasta entonces alguna bomba sofisticada, montada en pálido caballo no ha dado cuenta del mundo, algún investigador encontrará en los Testimonios un admirable documento de la época (¡así hablaban los argentinos!): las palabras locro, humitas, galán de noche, junto a una serie de expresiones idiomáticas a las que el curso veloz del habla habrá dejado atrás, reemplazándolas por otras.

Alba Omil

Extraído del libro Frente y Perfil de Victoria Ocampo, de Alba Omil. Editorial Sur, Buenos Aires, Argentina, 1980.

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