[...] A lo largo de la polémica es fácil distinguir dos discursos: el personal, agresivo, violento, que se circunscribe a ese ámbito; el otro, donde cada uno pasa, de demoledor personal, a constructor colectivo de la República. Alberdi, en su primera carta, habla del desierto -tema sarmientino, tema de Echeverría, tema de La Joven Argentina, de la Asociación de Mayo-, de los problemas que acarrea y de los medios para vencerlo: inmigración, caminos, industrias, instrucción popular, como lo desarrolla amplia y detalladamente en las Bases. ¿Y qué otra cosa preconiza Sarmiento con la palabra y con la acción?
Y pasan ambos de un discurso a otro sin solución de continuidad, y dicen cosas válidas y eternas que hoy tienen tanta frescura y vigencia como si en lugar de haber transcurrido 150 años estuviéramos en el corazón de los hechos.
Sarmiento, en sus cartas, se indigna, vocifera y apedrea, lo que es explicable dado su temperamento. La indignación le brota en cada frase. En cada frase grita su magistral estilo todavía inigualado en la literatura argentina. Pero su indignación no le impide seleccionar las palabras. Juega con la afectividad que ellas pueden irradiar, apela al diminutivo que siempre manejó con maestría: se refiere a los "panfletitos de Quillota".
Sabemos que no lo son, pero nos divierte el recurso porque en nuestra apercepción, y por contraste, sobredimensiona a ambos.
Todas las cartas están atravesadas por un tema relacionado no sólo con el funcionamiento del país, también con el espíritu de Mayo. La primera se ocupa de la prensa: un análisis frío, profundo y abarcador. Bajo ese amplio ramaje se guarecen también las diferencias personales y los dardos. Pero, en definitiva, eso no es más que hojarasca que cae sobre la marcha de la historia: el tiempo la convierte en abono fértil, como ocurre a veces con el estiércol y los detritus. Pero queda la savia vigorosa, mensaje vivo que puede absorberse en cualquier época.
Ni siquiera Rosas importa en esta polémica: a la distancia, se va disecando para dejar, hasta el presente, sólo el símbolo -arbitrariedad, despotismo, el peligro de la ignorancia, más que todo en los que mandan- para la reflexión y el aprendizaje.
Los conceptos de Alberdi sobre la prensa siguen vigentes. Hoy, y desde hace tiempo, se habla de un cuarto poder para nombrarla. Hay quienes prefieren decir "el primer poder" a partir del artículo 45 de la Constitución. A propósito de ese poder, Alberdi reflexionaba: "si la prensa es un poder público, la causa de la libertad se interesa en que ese poder sea contrapesado por él mismo. Toda dictadura, todo despotismo, aunque sea el de la prensa, son aciagos a la prosperidad de la República".
Alberdi, Sarmiento, dos constructores, casi un mito. Pero también dos hombres con las debilidades y flaquezas de la mente y de la carne humanas. Bueno es conocerlos en los dos aspectos. Para y por ello, la importancia de esta Polémica.
Alba Omil
Extraído de la introducción al libro Alberdi - Sarmiento. Polémica, (Cartas quillotanas y Las ciento y una). Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, 2003.
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