El Toto no estaba solo, lo acompañaba una curda (*) impresionante que lo obligaba a caminar erecto –para no perder la respetabilidad ni la compostura, che– como lo hacía cada vez que hablaba con su alma, al fin de cuentas, la única capaz de comprenderlo cuando él se sumergía en la nebulosa:
"La ciudad se ha bajado a dormir sobre el asfalto, arropada por la niebla interminable. Voy pisando sus torres, sus luces y su gente, sus malditas miserias y todos sus espejos, donde se bañan mil ojos, un solo ojo repetido mil veces y una órbita seca por donde espía la muerte".
Sale de la ciudad sin advertirlo y penetra en el mundo de las ensoñaciones. Hace un nudo y otro nudo; en series infinitas va eslabonando el tiempo que se enrosca en el pequeño espacio de su conciencia arropada por la niebla.
Se pierde entre los espejos, en un zig zag interminable para no pisarlos porque si se rompen es mala suerte y ya demasiada con la que se le había cuajado encima sin comprarla ni ganarla. Y no sabe qué hacer con tanto cielo negro donde de vez en cuando se baña alguna estrella o un foco macilento; porque la llovizna hace rato que se ha ido, aunque quedan los espejos.
De repente se cruza con la gata sorda que, acostumbrada a espiar en el mundo de los muertos, hace rato perdió el sentido de la realidad y lo confunde pero ¡cierto!, la gata se ha muerto hace dos noches y qué hace aquí este fantasma, cruz diablo, a lo mejor yo, como ella, soy fantasma y andamos explorando la ultratumba donde también llueve y se amontona el agua en los charcos como en esta maldita ciudad llena de ruido aunque ¡caramba! la ultratumba es silenciosa, entonces no estoy muerto ¡qué joder! Pero ¿y la gata? Porque la gata se ha muerto hace dos noches y cómo nos ronda la muerte. Convivir con los muertos ¡carajo! ocupando cada una de las células del alma y toditas las células del cuerpo, recorriendo los conductos del cerebro, laberinto que no excreta ¡ufa! acabo de hacer trizas un espejo, mil pedazos la realidad interior, mil pedazos la realidad afantasmada que me rodea y estoy hecho sopa y lleno de barro, parece que me dormí.
Mejor, me voy a casa.
(*) Borrachera
"La ciudad se ha bajado a dormir sobre el asfalto, arropada por la niebla interminable. Voy pisando sus torres, sus luces y su gente, sus malditas miserias y todos sus espejos, donde se bañan mil ojos, un solo ojo repetido mil veces y una órbita seca por donde espía la muerte".
Sale de la ciudad sin advertirlo y penetra en el mundo de las ensoñaciones. Hace un nudo y otro nudo; en series infinitas va eslabonando el tiempo que se enrosca en el pequeño espacio de su conciencia arropada por la niebla.
Se pierde entre los espejos, en un zig zag interminable para no pisarlos porque si se rompen es mala suerte y ya demasiada con la que se le había cuajado encima sin comprarla ni ganarla. Y no sabe qué hacer con tanto cielo negro donde de vez en cuando se baña alguna estrella o un foco macilento; porque la llovizna hace rato que se ha ido, aunque quedan los espejos.
De repente se cruza con la gata sorda que, acostumbrada a espiar en el mundo de los muertos, hace rato perdió el sentido de la realidad y lo confunde pero ¡cierto!, la gata se ha muerto hace dos noches y qué hace aquí este fantasma, cruz diablo, a lo mejor yo, como ella, soy fantasma y andamos explorando la ultratumba donde también llueve y se amontona el agua en los charcos como en esta maldita ciudad llena de ruido aunque ¡caramba! la ultratumba es silenciosa, entonces no estoy muerto ¡qué joder! Pero ¿y la gata? Porque la gata se ha muerto hace dos noches y cómo nos ronda la muerte. Convivir con los muertos ¡carajo! ocupando cada una de las células del alma y toditas las células del cuerpo, recorriendo los conductos del cerebro, laberinto que no excreta ¡ufa! acabo de hacer trizas un espejo, mil pedazos la realidad interior, mil pedazos la realidad afantasmada que me rodea y estoy hecho sopa y lleno de barro, parece que me dormí.
Mejor, me voy a casa.
Alba Omil
(*) Borrachera
Extraído del libro Panorama de la narrativa tucumana (de La Carpa a nuestros días), de varios autores. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2007.
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