lunes, 27 de diciembre de 2010

Iceberg


Este libro, a pesar de la diversidad de autores y de géneros, es una unidad sostenida por el título, cuyo sentido se propaga, a modo de eje, desde el comienzo hasta el final.
El porqué del título: el libro tiene un rico subsuelo –rico en significados– cuyos densos significantes, envueltos en muy meditados procedimientos, afloran en la escueta superficie textual. Como en el iceberg, sólo asoma a la superficie una mínima parte de su cuerpo. [...]
Más allá de este rasgo unificador, la variedad de estilos está visible: desde el humorismo subliminal de Carlos Alfredo Alonso hasta la reflexión existencial severa (casos María Elisa Gallo, María Eugenia Godoy, Estela Porta, Marta Zamudio, Teresita Amad, entre muchos otros); o la visión lírica y amada del universo como en Nelly Benavente o Lía Cúneo. También hay un buen espacio para el vuelo de la fantasía y para la preocupación por los problemas que engendra el mundo en que vivimos. O el producto de disparadores que lanza la mitología. O el llamado de atención, preocupación profunda por el medio ambiente.
Como puede advertirse a través de esta breve introducción, este libro reúne a un grupo de escritores tucumanos; muchos, cultores del cuento y en especial del microrrelato. Pero ellos resultan pocos, entre los abundantes cultores de estos géneros con que cuenta nuestra provincia y de los que dan testimonio otras publicaciones. Buena manifestación de inquietudes y de cultura que bien merece ser fervientemente apoyada.

Alba Omil

Extraído de las palabras preliminares del libro "Iceberg", de varios autores. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, 2010.

jueves, 4 de noviembre de 2010

La hechicería en las culturas prehispánicas


El hombre del paleolítico –recolector, cazador– sabía, entendía bien, cómo iba proveerse de alimentos y de abrigo; fabricaba sus armas con madera, hueso y piedra y sus ropas con pieles, pero cuando tenía que enfrentarse con otros graves problemas –más allá de su dominio– como la enfermedad, la muerte, la sequía, las pestes, estaba completamente desprotegido. Sin duda esto lo llevó a reflexionar, durante generaciones, sobre la existencia de fuerzas superiores que regían la vida y la muerte, y a rendirles tributo de adoración que, llegado el momento, iba a tener sus oficiantes.
Ese hombre primitivo creía en la magia, en los hechizos y en la adivinación.
No hay pruebas de que las tribus nómadas que recorrían nuestros bosques hace más de diez mil años (6) tuvieran creencias religiosas, pero esto no significa que no las tuvieran.
¿Desde cuándo los hombres de la tribu observaban el cielo en busca de señales? No podemos afirmarlo pero si ya seminómadas, en sus campamentos estacionales se dedicaban a domesticar algunas plantas y a rendir culto a sus muertos ¿cómo no iban a reflexionar acerca del lugar adecuado donde se asentaría el grupo, todavía nómada? La señal la buscaban en el cielo, siguiendo el curso y el mensaje de los astros. Y sin duda, ya había personas especializadas en el tema.
Para continuar con la dualidad antes apuntada, debemos recalcar que sus observaciones del cielo estaban motivadas, en gran medida, por las prácticas agrícolas, ocupación fundamental de los aborígenes ya sedentarizados. Los astros les darían noticias de la posición del sol, del cambio de las estaciones, de los períodos de lluvias y de los momentos propicios para el desarrollo de los ciclos agrícolas.
Esta observación de los astros (el sol, las fases de la luna, el ciclo de Venus, de gran importancia tanto práctica como astrológica, etc.) fue un rasgo común a todas las grandes culturas precolombinas. Estaba vinculado con los mitos y con el destino del hombre sobre la tierra y también con sus actividades cotidianas [...].

Alba Omil

Extraído del libro La hechicería en las culturas prehispánicas, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2010.

martes, 12 de octubre de 2010

Simoca


[...] durante la Conquista, hacia 1684, trasladada S. M. de Tucumán a su actual emplazamiento, Simoca –lugar antiguamente habitado por los indios Tonocotés– pasa a ser el punto obligado de paso para las carretas que hacían su recorrido entre Sgo. del Estero y Tucumán y son los frailes franciscanos los encargados de administrarlo y, por supuesto, de la evangelización. Levantan su capilla adonde celebraban la misa y otros oficios religiosos. Enfrente estaba el gran espacio que iba a convertirse en plaza. Hasta allí concurrían los campesinos y pequeños agricultores de los pueblos y aldeas vecinos que, a la vez, traían sus productos para venderlos, para trocarlos. Cada vez con mayor éxito, con mayor venta. Luego fue una cita obligada. La feria había nacido casi sin darse cuenta, y en sus entrañas se estaba gestando una ciudad. En 1728, el capitán Diego de Molina establece la primera plaza aunque, como dijimos, el lugar donde se reunía la población, existía, de hecho, desde mucho antes. Más tarde se va a trasladar hasta la vera del ferrocarril
Pero volvamos a la ciudad del presente: quedan en ella la feria, por supuesto; una serie de antiguas costumbres y un grupo de familias notables, cuyos antecesores descienden de los remotos pobladores de la villa, que vinieron de todas partes y allí se establecieron [...].

Alba Omil

Extraído del artículo "Simoca", incluido en el libro Hace tiempo en el Noroeste, tomo III, de varios autores. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2010.

martes, 28 de septiembre de 2010

Ahora en Twitter

Ya se puede seguir a Alba Omil en twitter.

http://www.twitter.com/albaomil

martes, 7 de septiembre de 2010

Los niños y la lectura



Artículo publicado en el diario La Gaceta, de Tucumán, el domingo 8 de agosto de 2010.
El vínculo directo a la nota es:

domingo, 27 de junio de 2010

Un maestro en el legado de la palabra


Artículo en homenaje a la muerte de José Saramago, publicado en el diario La Gaceta, de Tucumán, el domingo 27 de junio de 2010.
El vínculo directo a la nota es:

domingo, 6 de junio de 2010

Helena

Salió del huevo con cuerpo de mujer y gracia de ave.
Por cada uno de sus poros cantaban la vida y la hermosura sus triunfos y sus goces.
En el fondo de sus ojos claros, esperaba una montaña de guerreros muertos.

Alba Omil

Extraído del libro Por favor sea breve, 2. Edición a cargo de Clara Obligado, prólogo de Francisca Noguerol. Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2009.

Del prólogo extrajimos el siguiente párrafo: "Tanto los textos breves narrativos como los pictóricos permiten su contemplación de un solo golpe de vista, centrando la atención en una realidad que se descubre tanto más interesante cuantas más lecturas alberga. Es el caso de "Helena", de Alba Omil, donde las sucesivas imágenes aluden a hechos sobradamente conocidos en la vida del mítico personaje griego: su genealogía -nació de un huevo como consecuencia del ayuntamiento entre Leda y Zeus, metamorfoseado en cisne para la ocasión-, su indiscutible belleza -la más reconocida en la historia de la literatura- y su condición aciaga -esposa de Menelao, fue raptada por Paris y provocó con ello el comienzo de la guerra de Troya. El orden del texto se encuentra perfectamente meditado: Omil, como si tuviera una cámara en la mano, dirige nuestros ojos a determinados aspectos de la vida de Helena concretados en imágenes de gran fuerza. Así, la descripción demuestra la capacidad de visualización mental en una autora que, sin duda, consigue dar el salto de la palabra a la imagen".

martes, 25 de mayo de 2010

Comidas en el bicentenario


"Mazamorra dorada / para la niña mimada, / mazamorra caliente / para la abuela sin diente". La negra que recorría las calles del Tucumán colonial vendía casa por casa y ya era conocida; tenía sus propios clientes, cuenta la escritora e investigadora Alba Omil, autora de Comidas regionales. Noroeste Argentino. Ingredientes y un poco de historia (Ediciones del Rectorado, UNT). "La mazamorra se comía con miel de abeja, después de almuerzo y a veces a la noche", agrega. Por aquellos años también se comía turrón de miel de caña, ambrosía, locro, empanadas y muchas otras que siguen presente en la mesa de los tucumanos.

"Hace 200 años se comía escabeche de vizcacha, igual que ahora, porque era el alimento de los aborígenes. Los Quilmes tenían sus criaderos. El indio comía mote, lo que se sigue consumiendo en el Norte argentino. Las comidas no han variado demasiado, pero sí hubo aportes de la inmigración. Esto ocurrió con el tamal, por ejemplo, que no era local, sino que fue introducido por los españoles. Aquí se lo empezó a preparar con maíz", cuenta la investigadora, autora de otro libro en proceso de edición titulado
La olla criolla.

Si bien hace 200 años las clases sociales estaban muy bien definidas, en todas se comía más o menos lo mismo, aunque con algunas diferencias en la forma de preparar los alimentos. "La clase más acomodada condimentaba mejor. El pobrerío consumía achuras, no así la sociedad. De allí viene lo que contaba Sarmiento, referido a que cuando el gaucho mataba un animal le sacaba la lengua, que era su bocado favorito y dejaba el resto. En "El Matadero", de Echeverría, se narran peleas entre las negras por las achuras y las grasitas de las tripas. Las negras aprovechaban todo lo que los demás desperdiciaban, incluida la panza del animal. En generaciones venideras persistió el prejuicio sobre las achuras", dice la escritora.

El chef Maximiliano Cáceres Cano, especialista en la cocina del bicentenario destaca que en las casas se comenzaba a cocinar a las 8. Sólo las mujeres podían dedicarse a esta tarea.

Se comía mucho

Había tres comidas básicas todos los días: sopa, puchero y mazamorra, pero además siempre se hacía alguna comida con carne, que podía ser de vaca, cerdo o aves, algunas veces, agrega Alba Omil. "La gente comía mucho pero no engordaba tanto, a pesar de consumir muchísimas calorías. Y esto se debe a que había otro estilo de vida. No había autos, ni TV ni computadora y se caminaba mucho", concluye Cáceres Cano, compilador de las recetas que se publican en esta página.


Extraído del artículo publicado en el diario La Gaceta, de Tucumán, Argentina, el día 20 de mayo de 2010.

domingo, 18 de abril de 2010

La Randa


Como los "cedrones de copa blanca", como la "dama de noche silvestre", la randa va desapareciendo.
Después de cuatro siglos de permanencia, de muchos años de auge y señorío, hoy la randa, lamentablemente, parece condenada a desaparecer o a convertirse en objeto de museo. ¿Por qué? Pensamos que por falta de aggiornamiento y de creatividad, que es, a su vez, parte de la cultura. Y también por abandono y desatención.
Hoy nadie usa carpetas tejidas en sus muebles, ni pañuelitos en el bolsillo superior del saco. Por esta causa, esas laboriosas carpetas circulares, de todo tamaño, que llevan días y días de labor; esos preciosos pañuelitos, no tienen mercado. Pero…
¿Por qué se han reducido a eso las labores de randas? En ese libro documentamos verdaderas obras de arte, con fotos de antaño, obtenidas en diversas fuentes, entre ellas, el Museo Sacro de nuestra ciudad, que atesora materiales preciosos. ¿Será posible que la belleza de esas randas haya quedado reducida casi exclusivamente a elemento de museo? Alguna feria aislada y de vez en cuando, no es suficiente para difundir un producto que vale la pena mostrarlo, que enriquece una cultura, que muestra una continuidad histórica, que puede ser una fuente de ingreso por diferentes bocas [...]

Alba Omil

Extraído de las palabras preliminares del libro La randa. Una artesanía tucumana, de Tulio Santiago Ottonello. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2010.

domingo, 4 de abril de 2010

Fantasía inverosímil


Comentario de Alba Omil sobre el libro El ladrón del rayo, de Rick Riordan (Barcelona: Salamandra, 2009). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 4 de abril de 2010. El enlace a la nota es:

http://www.lagaceta.com.ar/nota/372150/LGACETLiteraria/proezas_ni%C3%B1o_descubrio_ser_un_semidios.html

martes, 9 de marzo de 2010

Luz


Afuera llovía a torrentes: el cielo, negro; el mundo, negro; todo negro.
De pronto se encendió una luz -hermosa como un fuego fatuo- que pareció iluminar el universo entero.
¿Relámpagos?, ¿centellas?, ¿algún rayo perdido?
No, apenas tu recuerdo en medio de la noche.

Alba Omil

Extraído del libro Con Fondo de Jazz, microrrelatos, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1998.

jueves, 21 de enero de 2010

La lechuza


Dentro de estas figuras, la lechuza y el búho portan una simbología más abstracta y más oscura aunque no fatídica como la que derivó después de la conquista.
La lechuza tiene un lugar importante dentro de la imaginería indígena: aparece grabada en las piedras, en los ceramios, hay urnas funerarias de párvulos que adoptan sus formas ¿por qué?
El doctor Orlando Bravo (Lugares y tiempos sagrados en las culturas andinas del Noroeste Argentino, UNT, 2001, p.32) señala que en la llamada Piedra Pintada de San Pedro de Colalao (lugar sagrado y observatorio astronómico) hay grabada una interesante figura de lechuza que está como protegiendo a un pichón o búho pequeño. Es la que primero recibe los rayos del sol porque es la figura que está ubicada más al levante. El Dr. Bravo piensa que, para los aborígenes, era una aliada de la noche, la que veía en las tinieblas.
Quizás era por eso que figuraba en las urnas funerarias: una invocación para que acompañe al difunto, para que no se pierda entre las sombras de la muerte.
Adán Quiroga (1931) describe así a esta figura de la Piedra Pintada: "La sexta figura que luego se repite con su cara de aspecto de lechuza y semejante a algunos de los llamados ídolos personales", acerca de los cuales no podemos menos que preguntarnos ¿por qué una figura de lechuza como amuleto?
Para empezar, tenemos que tener en cuenta que en las culturas precolombinas del NOA, la lechuza no cargaba el sema de agorera ni el de funesta ni el de acompañante de brujas que introdujeron los españoles. Al contrario, si el dibujo del ave aparece en las urnas funerarias es porque de algún modo estaba vinculada al trasmundo [...].

Alba Omil

Extraído del libro Lo demoníaco en los mitos del Noroeste Argentino, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2002.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Educación


Comentario de Alba Omil sobre el libro Educación: La escuela en la historia Argentina, de Silvia Finocchio (Buenos Aires: Edhasa, 2009). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 6 de diciembre de 2009. El enlace a la nota es:

http://www.lagaceta.com.ar/nota/355507/LGACETLiteraria/Serio_estudio_sobre_conformaci%C3%B3n_nuestro_sistema_educativo.html

lunes, 12 de octubre de 2009

Espejos del tiempo, espejos del alma


Hemos intentado aquí presentar un panorama de la creación literaria tucumana actual. Este tipo de intento siempre será precario: imposible abarcar todos los autores, pero otros investigadores, otros críticos pueden presentar otro panorama y así se irá enriqueciendo la muestra.
Aquí hay poemas, hay cuentos, hay microrrelatos. Todos los trabajos han sido rigurosamente seleccionados. Lo prueba su pareja calidad. [...]
Un rasgo que emparienta a todos los trabajos de este libro, es su profundidad, ya desde lo lírico, ya desde lo cáustico, ya desde lo humorístico, y así, por lo general no en forma directa, más bien alusiva, más bien evocada. Así lo obliga la creación artística.
Borges decía en el Carriego "es así como, desde los laberintos de cartón pintado del truco, hemos llegado a la metafísica, única justificación de todos los temas. Todos estos trabajos buscan esa justificación.

Alba Omil

Extraído de la Aclaración Preliminar del libro "Espejos del tiempo, espejos del alma", de varios autores. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, 2009.

domingo, 9 de agosto de 2009

Diversas formas de diálogo

Artículo de Alba Omil publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, Argentina, el día 9 de agosto de 2009. El vínculo directo a la nota es:

miércoles, 29 de julio de 2009

Teoría y práctica del microrrelato. II

El cuerpo del microrrelato

Pequeño y denso. Es como una piedra laja: su aparente compactación no es otra cosa que una suma de capas superpuestas.
Habrá lectores que se conformen con la piedra compactada: les bastará una sola lectura, que cuente la historia; otros, con interrogantes a la vista o herramientas en mano, tratarán de despegar esas capas.
Cuanto más capacidad, cuanto más destreza se tengan, mayor cantidad de capas se obtendrán; más rica será la lectura, más lejos y más hondo nos llevarán las palabras. O, sin ser una piedra laja, puede ser sólo un tejo. Un juego divertido, veloz, que nos arranque una sonrisa y quede flotando en el aire, como la sonrisa del gato de Alicia (Anderson Imbert, E. El Gato de Cheshire. Prólogo. Bs.Aires. Losada) .

Estructura

El m.r. narra, sucintamente, una historia constituida por acontecimientos y datos lógicamente relacionados entre sí.
La estructura establece las relaciones que conectan esos datos y acontecimientos, para constituir una trama, un todo orgánico.
Estos acontecimientos narrados pueden interrelacionarse de diversas maneras, con una gran variedad de posibilidades, por ejemplo:
1. El lugar donde se desarrolla la acción.
2. Elementos que identifican a los actores (o personajes): actividad que desarrollan, circunstancia en que se encuentran, finalidad que persiguen, búsqueda de un destino común etc. etc.
3. También pueden aparecer elementos contrastantes: pobreza-riqueza; inteligencia-estupidez; justicia-injusticia; popularidad-impopularidad, etc. etc. etc.
4. Puede darse el caso de dos o tres microrrelatos autónomos ubicados uno a continuación del otro y vinculados por el personaje, por la circunstancia, por distintas cosas a la vez, por el contraste paralelo o simbólico, etc. Veamos un caso:

La estructura, además de establecer las relaciones señaladas para que el texto tenga coherencia, puede salvar las dificultades de espacio que presenta el género, aglutinar hechos y circunstancias (sin caer en el hermetismo) y establecer la comunicación con el lector.
Según dijimos, hay m.r. planos, que en seguida se esfuman de la memoria. Hay otros que buscan trascendencia, que tienen espesor, que son como la punta visible de un iceberg que, en su enorme cuerpo oculto, encierra magia, milagros, reflexiones, inquietudes, mensajes et al.
Esta carga oculta depende del factor conocido como “el poder de lo no dicho”.
Esto de los significados ocultos ya ha sido señalado por los lingüistas quienes lo explican porque “el lenguaje es el vehículo obligado de toda clase de impresiones, de fantasías y símbolos que se despliegan en estado críptico y que, por muy profundamente que estén escondidos bajo la aparente inocencia de la expresión, no dejan por esto de existir, actuando sin descanso en el intercambio oculto que constituye la lectura”. M.Molho (1978, p189-90) Semántica y Poética. Barcelona, Crítica, pp. 189-90.1978
Quien está familiarizado con el m.r. conoce sus exigencias y sus técnicas y puede manejar el poder de lo no dicho (o de lo no escrito), a través de diferentes procedimientos, y valiéndose de indicadores que conducen a las entrelíneas.
Está dicho pero no escrito; gravita desde abajo y cuenta parte de la historia, o perfila al personaje, o abre su interioridad, o alude a la acción, en fin.
Este procedimiento apoya la economía del relato, puede aludir a un espacio y a un tiempo determinados, llevar al lector hacia aquel tiempo y ver cómo eran los personajes, el paisaje, las costumbres, etc.

Alba Omil

Extraído del libro Teoría y Práctica del microrrelato, de Alba Omil, de próxima aparición.

domingo, 12 de julio de 2009

El papel de la mujer en los últimos siglos


Comentario de Alba Omil sobre el libro Mujeres, entre la casa y la plaza, de Dora Barrancos (Buenos Aires: Sudamericana, 2008). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 13 de julio de 2008. El enlace a la nota es:

http://www.lagaceta.com.ar/nota/334628/LGACETLiteraria/papel_mujer_últimos_siglos.html

viernes, 10 de julio de 2009

Teoría y práctica del microrrelato, I


Aclaración


A partir de hoy le capítulos del libro que sigue, cedidos por su autora en exclusivo para su publicación en este espacio, junto con el ofrecimiento de que si les interesara a nuestros lectores ampliar algo, o no lo encuentra claro, puede escribirnos para que si desea que ella misma se los resuelva, los corrija u opine, haremos la gestión con gusto y sin cargo alguno, como una especie de curso interactivo. A partir de la segunda entrega iremos poniendo algunos ejemplos y algunos ejercicios.


Teoría y práctica del microrrelato


¿Qué es el microrrelato?


Al microrrelato su mismo nombre lo define, define su función y su estructura. La función es, en primer término, relatar. Si esto es así, tenemos que verlo como un texto narrativo. Y a propósito de ello, hagamos una cita: “Un texto narrativo será aquel en que un agente relate una narración”. Mieke Bal (1998).
Relatar en pequeño, inclusive mínimo espacio, pero relatar. Que por detrás de ello razone, filosofe, ironice, etc. es posible, pero si no relata algo, aunque sea mínimo, a nuestro juicio, no puede ser considerado microrrelato.
En consecuencia, no se lo debe confundir con el proverbio, ni con la greguería, ni con el aforismo, ni con la sentencia ni con el chiste ni con el juego de palabras. No hemos leído ninguna de estas formas que relate una historia aunque sea mínima.
En efecto, el proverbio no narra: ejemplifica, medita, razona, enseña pero no relata, en consecuencia, no cabe dentro del género que pretendemos estudiar.
El aforismo se emparienta más con la greguería y con el proverbio que con el microrrelato. No narra, por lo tanto, no podría ser tenido como tal.
Fernando Lázaro Carreter (1977) define el aforismo como “Frase breve que resume en pocas palabras un conocimiento esencial, muchas veces médico o jurídico”.
Con la sentencia pasa otro tanto: “Reflexión profunda, expresada sucinta y enérgicamente.” (Lázaro Carreter, 1977)
No sólo hemos encontrado las formas preciadas, en colecciones de microrrelatos sino también hemos leído más de un juego de palabras como si fuera un m.r., a nuestro juicio, sin serlo. Preferimos no citar ejemplos pero que los hay, los hay.
Reiteramos: m.r. no es cualquier construcción breve que hable o reflexione sobre cualquier cosa, o haga reír o muestre el ingenio.
La característica fundamental, pues, no es solamente la brevedad; es la narración breve, ajustada, tan bien elaborada, que puede narrar una historia en un espacio corto.
Si tendemos a mezclar las formas, estaremos errando el camino.
Claro que, esa función -relatar- no es excluyente, porque de serlo, la construcción podría quedar manca, ser plana, anodina y, quizás, intrascendente. O no.
Cierto que hay microrrelatos (así llamados) planos, que no van más allá de lo denotado pero…también pasa en el cuento, en la novela, en el teatro. Después, el lector y el crítico seleccionan y se hace la decantación.
Encarar, pues, la redacción de un m.r. implica no sólo contar una historia, sino organizarla dentro de un marco predeterminado que, se sabe, es reducido. Por lo tanto, implica un cuidadoso trabajo léxico, morfosintáctico y de procedimientos.
Por otra parte implica manejar el problema del espacio, su relación y gravitación en y con la historia y con los personajes, si los hay.
Implica también la resolución, dentro del texto, de un asunto capital: el tiempo:
El tiempo de la historia y el tiempo del relato.
1.1 El acomodo del tiempo de la historia en el relato.
1.2 El manejo de los recursos y procedimientos lingüísticos que le permitan este acomodo.
El tiempo y su relación con la actividad y la conducta de los personajes, si los hay.
2.1. Su manejo en el trazado del perfil del personaje.
3. El tiempo como tema y como problema existencial.
Todo, justo; todo, bien medido; todo, sustancial; todo, significante. Con peso, sin ripios, con economía, sin desperdicios. Cada palabra, cada sintagma, con su sentido visible pero con su aureola connotativa, invisible aunque gravitante y con su subsuelo significante. Todo en función de sí mismo y, a la vez, de la totalidad.
Pero, observamos no sin cierta preocupación, que su territorio suele estar desbordándose y ello, a nuestro juicio, terminará por desvirtuar el género.

Alba Omil

Extraído del libro Teoría y Práctica del microrrelato, de Alba Omil, de próxima aparición.

jueves, 9 de julio de 2009

La saga del Toto


Aclaración preliminar


El Toto es un delirante cuya vida, cuyas ensoñaciones, cuyos delirios están expresados en ocho entregas que pueden leerse en cualquier orden. He aquí una de ellas.


Visiones


Por cierto que el Toto tenía sus contactos con el Más Allá pero eso, para él, era una cosa más bien natural, nada del otro mundo, valga la paradoja, o la redundancia, porque ya estaba acostumbrado, aunque el hecho no era frecuente ni ocurría cuando él lo deseaba sino cuando los otros lo disponían.
La cosa no era para nada sencilla; tenía sus códigos y había que conocer las claves. Y él manejaba solo algunas.
Lo que tendía a repetirse era la circunstancia, mejor dicho, el horario : en la duermevela del amanecer.
Los de Allá hablaban pero el Toto no oía voces: sonaban en su cerebro, hablaban en silencio, y no es joda, che, porque las sentía. Los simplistas tienden a hablar de telepatía. Allá ellos.
Lo más aproximado es que venían, o él iba, hacia una para-realidad, con reglas diferentes, y allí se producía el encuentro y se entablaba el diálogo, tenazmente fugaz y esta palabra no viene al azar porque ellos, siempre apurados, daban la impresión de estar en fuga, de haber ingresado sin permiso en una zona vedada. Otras veces era como si sonase un teléfono y por esta vía lo notificaran de cosas: “Tené cuidado porque eso no anda bien, movete con cautela”. O “En el tribunal estarán cuatro, yo seré el quinto, a la derecha. Cuando te interrogue el Rengo, vos mirá para mi lado”.
La verdad es que el Toto temía estos encuentros porque no todo eran buenas noticias; por eso, en las noches, al rezarle a su ángel de la guarda, le recomendaba “No les permitas entrar”. Claro que el ángel no siempre le hacía caso: o no quería o no podía evitar estas visitas, o estas informaciones, a veces sin presencia, sin voz, sólo símbolos ¡Ay, el barro! O el agua turbia. O las rosas machitas, qué horror, muerte segura ¿De quién? Vaya a saberse, pero segura y dolorosa. Y así era. Aunque a veces -pocas, mezquinas veces- aparecía el jardín de su infancia en la casa de su abuela, radiante de rosales florecidos, las rosas, iluminadas como lámparas, cosa del otro mundo, indescriptible, intransferible, como la felicidad que circulaba a borbotones por todas las venas de su cuerpo. Era como una droga de acción prolongada, duraba todo el día, o varios días. Si alguien hubiera podido observarlo con detenimiento, hasta hubiese advertido una tenue luminosidad que le brotaba de la piel.
“El niño Toto se ha afeitado con una espuma nueva porque está brillosito”, le comentaba la criada india, medio bruja, vieja ya, a su único interlocutor, el gato negro, viejo también, taimado y cauteloso como ella. Y eran las escasas ocasiones en que el bicho iba a restregársele entre las piernas a un Toto ausente, sumido en la selva espesa de su felicidad.
En sus momentos de desesperación, cuando el mundo le quedaba chico, apretándolo casi hasta ahogarlo, los invocaba: “Julita, te necesito, no te lo echo en cara pero yo, presente cada vez que me precisabas y bien que lo sabes; yo, a tu lado, sin moverme mientras el viento de la tragedia te azotaba sin tregua ¿te acuerdas? Y eso que no viste arder y retorcerse mis entrañas cuando la vida puerca se iba devorando tu carne hasta dejarte la piel sobre la calavera. Te bella calavera viva aún y respirando ya el olor de la muerte que brotaba de tus poros empeñados en subsistir en esa nada que ya era tu cuerpo. No viste porque mi cara había velado sus espejos y reinvertido el horror para que me rugiera adentro, sin asomo exterior. Ahora te necesito, no yo, te requieren mi soledad, mi desolación, mi desesperanza, mi vana vida.
Y en la duermevela del amanecer aparecían dos rosas, una encendida; marchita la otra. Y el Toto besaba con unción la rosa ardiente, y en la mañana, la india vieja le murmuraba algo al gato negro, que algo veía, por su inusitado restregarse contra los pantalones vaqueros, ronrroneando, con la cola en alto, y mirándolo con esos ojos extraños que, sin duda, podían ver mucho más que él en ese Más Allá, vedado al resto de los comunes mortales.
Alguna vez, el Toto había pensado dejar escritas estas experiencias escatológicas pero estaban más allá de las palabras, tal vez más cerca de la poesía, o de la plástica, o de la música, pero ¿pintar qué? ¿Una rosa roja ardiente? No, che, no era la imagen, eran las sensaciones, los temblores del alma, territorio vedado a la forma. Mejor la música pero ¿cómo? El apenas si tocaba algo el piano. Mejor dejarlo así ¿Pero qué significaría la rosa marchita?

Alba Omil

Extraído del libro "La saga del Toto", de Alba Omil, de próxima aparición

miércoles, 3 de junio de 2009

El testamento de la Rusa María y otros cuentos


[...] Todo discurso tiene una potencialidad de sentidos; cada lector, de acuerdo a su competencia, sacará mayores o menores frutos de una misma tierra. Así pasa con estos cuentos: pueden ser leídos y gozados por cualquier lector, pero el salteño es más competente. En su suelo nacieron muchas historias y él sabe muchas cosas, conoce muchas intimidades que las entrelíneas esconden y que él puede decodificar. Tal es el caso del cuento que da nombre al libro -"El testamento de la Rusa María"-: hay aquí un valor agregado que parte desde el título; hay muchos hiatos por llenar; hay nombres no registrados pero el salteño sabe y puede leerlos más allá de la letra. Y hay otros significantes de peso: los tabúes, las habladurías, el qué dirán, el fijate vos, el ¿quién será este? el yo creo que, en fin.
Al placer de la lectura van a sumarse imponderables como la curiosidad, el ingrediente del comentario, avieso o divertido, de una aureola de expansión del texto escrito cuyos límites son difíciles de fijar.
El autor lo sabe y juega con esto: podría hacerse un registro minucioso de los indicios, de las travesuras lingüísticas del texto. Todo ello forma parte de la destreza narrativa de López Bianchi, a quien el placer de escribir le brota de cada palabra, de cada sintagma.

Alba Omil

Extraído de las Palabras Preliminares del libro El testamento de la Rusa María y otros cuentos. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 1998.

sábado, 21 de marzo de 2009

Embarazo educado


Este libro se ocupa de un tema siempre actual desde que el hombre está sobre la tierra: el parto, el hijo que llega al mundo, cómo nace, cómo hay que recibirlo, la relación de la madre con el recién nacido, el entorno familiar. Pero antes de eso analiza cómo debe preparar la embarazada un parto placentero; cómo funciona el organismo femenino, los roles que cumple el cerebro para que haya o no dolor, la importancia del aspecto psíquico. Aunque hay una seria base científica en la fundamentación de esta temática, el lenguaje en que se expresa es claro y didáctico, de manera que la lectura resulta accesible y hasta grata. Sin duda estamos ante un instrumento invalorable al servicio de las futuras madres.

Alba Omil


Extraído de la contratapa del libro Embarazo educado, parto placentero: crianza feliz, de Daniel Mirkin. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, 2009.

viernes, 27 de febrero de 2009

Hace tiempo, en el Noroeste


Aclaración preliminar

Este libro reúne hechos y figuras del Noroeste Argentino, que no recogió la historia grande.
En algunos casos se trata de registros de historias familiares o de aquellos que conservó la memoria oral y que sería lamentable se perdieran. Las fotos brindan un testimonio invalorable.
Con este volumen se inicia una serie, ya que el material acumulado es abundante y valioso. Es nuestro propósito publicar dos volúmenes por año. Esperamos cumplirlo.

Alba Omil

Extraído del libro Hace tiempo, en el Noroeste, de varios autores. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.


Los autores y sus respectivos trabajos, publicados en el primer tomo, son los siguientes:

Alderete, Mario: "Agua Tapada, una singular historia minera de la Universidad Nacional de Tucumán".
Araujo de Ruhland, Aurelia: "Heroínas de largas travesías... Dos misioneras laicas de la Yerba Buena".
Benedicto de Romano Norri, Dora: "Dr. Julio Prebisch. Segundo Rector de la Universidad".
Coviello, Alfredo: "Alfredo Coviello y la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E)".
Coviello, informe familiar: "Elvira Martínez Castro de Coviello".
Dorado, Juan Santos - Hogas, Alejandro: "La EUDEF, siempre presente en la memoria de los suyos (Escuela Universitaria de Educación Física).
Godoy, María Eugenia: "Kenneth John Hayward. Breve Noticia Biográfica".
Martínez Aráoz, Graciela del Valle: "San Pedro de Colalao".
Mure, Leticia: "Ernesto Salvatierra".
Omil, Alba: "Adela Sabini de Remis".
Omil, Alba: "Libros viejos que no han perdido vigencia".
Terán de Colombres, Constanza: "Clodomiro Zavalía, mi abuelo".
Valdecantos de Danieli, María del Carmen: "Federico Schickendantz. Libro Homenaje a su memoria".
Villalba, Víctor: "Los plateros de Tucumán en la época de la colonia".
Würschmidt, José Enrique: "Una anécdota pintoresca (Recuerdos familiares de un tucumano).

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Victoria Ocampo y la Generación del 37

Ha vivido siempre adelantada a su tiempo, como ocurrió con los hombres del 37, soñando, previendo, cimentando la Argentina del futuro, sin mentalidad colonial ni ataduras de aldea, abierta al mundo y al porvenir. Como ellos. Y en verdad se les parece bastante, en muchas otras cosas: tiene ideas ordenadas, anticipatorias y audaces como Echeverría (recuérdese el Dogma Socialista, matriz madre de todo un pensamiento generacional y de los grandes libros que lo subseguirían: Facundo, las Bases); tiene el pensamiento sutil, mordaz, de estilete de Juan Bautista Alberdi; el decir apedreante, sin pelos en la lengua, de Sarmiento, el visionario. Su proximidad con Sarmiento quizás sea mayor que con el resto de los miembros de esa generación. Cuando en 1938, en el N° 46 de Sur hace la defensa de la Inteligencia, habla del sanjuanino y citándolo afirma: "Si algún resultado positivo han dejado las terribles revoluciones que han agitado la Europa, es sin duda el de poder emitir los hombres sus ideas sin rodeos ni amaños, cualquiera que sea la materia que se trate". [...]

Alba Omil

Extraído del libro Frente y Perfil de Victoria Ocampo, de Alba Omil. Editorial Sur, Buenos Aires, Argentina, 1980.


domingo, 28 de diciembre de 2008

Del planeta amado


[...] Estos poemas son visualmente sencillos, clarísimos a una primera lectura; agua de vertiente, diríamos. Pero el agua de vertiente, con toda su pureza, viene de la hondura de la tierra. Y es ahí, en la hondura del texto, donde hay que buscar la esencia que nutre y sostiene estos poemas. Sin duda el mundo que ellos reflejan no es el que ven a diario nuestros ojos; es el ensueño el que mueve los pinceles de esta materia notablemente plástica. Y así, el autor puede crear un universo paralelo y contemplar cómo "se han subido a la luna las abejas", imagen que la memoria eidética dejará grabada en nuestro cerebro ¿O en nuestra conciencia? ¿O en los cimientos de nuestra alma?
Hay un constante juego dialéctico entre lo que caduca y lo que perdura; entre lo que perdimos y lo que debemos conservar; en lo que dejaremos a los que siguen, cuando nos devore el silencio.
David contempla el universo (esa combinación de realidad y ensueño) con goce. Y lo transmite y lo contagia. Enciende las palabras para luego atenuarlas con leves celajes. He ahí el encanto de leerlo que, quizás, sea también el encanto de compartirlo.


Alba Omil


Extraído de las palabras preliminares del libro "Del planeta amado", de David Bercovich. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Demonios guardianes de tesoros


Es conocido el motivo del diablo dispensador de riquezas. Grillot de Givry (1981) se ocupa del tema con su clásica solvencia. Según la creencia, como el diablo reina en el mundo inferior, conoce todas las minas, todos los tesoros escondidos; es su dueño y señor, puede entregarlos a quien le plazca y ha puesto sus guardianes para custodiarlos, todo lo cual se ha convertido en tópico. A veces no se especifica que sean guardianes demoníacos, pero son seres del Mundo de las tinieblas, generalmente "almas en pena", que se manifiestan mediante luces malas.
En el ámbito universal hay relatos sobre este tema, que se multiplica en el espacio y en el tiempo.
En el Noroeste argentino, el tema de los "tapados" es de vieja data: ¡Cuántos monumentos megalíticos se han destruido por buscar tapados! La tradición conserva vivo este tema gracias a algunos ingredientes que no varían: los tapados existen; algunos ya han sido desenterrados, prueba evidente de su existencia; muchos continúan siendo buscados.
En el Nuevo Mundo podemos encontrar antecedentes lejanos: Veamos lo que dice David Granada (1896): "Raro es el cerro, peñasco o escarpado, desde la Cordillera de los Andes hasta las comarcas del Uruguay, Paraná y Paraguay, que no tenga una 'salamanca' o cueva encantada, que no encierre considerables riquezas de oro y plata en sus entrañas [...], que no emita luces y resplandores que a veces iluminan una vasta extensión del territorio".
Acerca de estas luces hay un ponderable corpus de leyendas: la luz mala, o el farol (Omil, 1988 y 1989), Ambrosetti (1976, 111) .
Son muchas las explicaciones sobre el origen de estos tesoros:
"Esos tesoros son antiguas minas que hoy los aborígenes ocultaron, 'taparon' para sustraerlas de la codicia española: guacas, enterratorios de caciques, con las alhajas que tuvieron en vida.
El supuesto tesoro enterrado de los Jesuitas con motivo de su expulsión.
El que los comerciantes acaudalados enterraron antes de huir al Perú, cuando estalló la revolución de mayo.
El tesoro del rescate de Atahualpa.
Los tesoros aborígenes".
Con cada uno de estos temas puede elaborarse un corpus de relatos orales, algunos de fuerte tenor mítico.
De este amplísimo abanico sólo nos interesan aquellos relatos donde aparecen como custodios, seres demoníacos, o almas irredentas, y ubicados en el ámbito del Noroeste argentino.
En otra ocasión relatamos la bellísima historia del cerro Cierra-puesta, con su increíble tesoro custodiado por una diabla coja conocida como Patasola (Omil, 1988 y 1989) . Ahora nos detendremos en otras, no menos llamativas: la del Curu-curu, la del Zorrito, y la del cerro Tres cruces. Cada uno de estos núcleos ha generado una red de historias sobre fabulosos tesoros ocultos en las sierras de Salta y aún no descubiertos [...]

Alba Omil

Extraído del libro Lo demoníaco en los mitos del Noroeste Argentino, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2002.

domingo, 2 de noviembre de 2008

¿Qué es el microrrelato?

Artículo de Alba Omil publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, Argentina, el día 7 de septiembre de 2008. El vínculo directo a la nota es:
http://www.lagaceta.com.ar/nota/289260/LGACETLiteraria/¿Que_microrrelato?.html

jueves, 9 de octubre de 2008

El canto del pájaro


Más que oírlo, veía el canto del pájaro subir en volutas por el aire limpio -arriba, arriba- hasta perderse en la luz y regresar, al fin, resplandeciente, a hacer su nido en mi corazón.

Alba Omil

Extraído del libro Escritores de Tucumán, siglo XXI, de varios autores. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Acerca de lo real y de lo simbólico de la discriminación

Comentario de Alba Omil sobre el libro Fuera, de Susanna Tamaro (Buenos Aires: Seix Barral, 2008). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 28 de septiembre de 2008. El enlace a la nota es:

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Libros viejos que no han perdido vigencia.

Semanario de Agricultura

Esta es una sección nueva del blog, donde por gentileza de su autora, aparecerán artículos de Alba Omil, próximos a aparecer en diferentes publicaciones, o ya en prensa. Fragmentos de esos textos estarán acá, como anticipo exclusivo.

Hipólito Vieytes (1956): Antecedentes económicos de la Revolución de Mayo. Buenos Aires, Ed. Raigal.
Este libro recoge los artículos publicados por Hipólito Vieytes en el Semanario de Agricultura Industria y Comercio (1802-1806).
Con respecto al agro (hoy en día tema preocupante, urticante, sustancial y arteramente soslayado) puntualiza: "No es posible que pueblo alguno pueda prosperar una vez que llegue a desatender su agricultura, siendo cierto que la grandeza de las naciones es un edificio cuyos primeros materiales se sacan del producto de sus tierras. Si consultamos con imparcialidad la historia del mundo veremos que las verdaderas fuerzas de un imperio crecen o disminuyen a proporción del respeto, o del desprecio que se ha hecho de la agricultura".

Vieytes sostiene que el apoyo estatal al agro es la vía para el progreso económico. porque la agricultura genera riqueza, educa y enseña y así destruye ese poderoso instrumento de sujeción que es la pobreza.
La prosperidad económica abre las puertas a la cultura; y la cultura, a la independencia política. A propósito de la prohibición de venta -al interior y al exterior- de algunos productos, entre ellos el trigo, dice: "El pretendido tema de la escasez justificaba desde el punto de vista del Cabildo la casi permanente prohibición de extraer trigo desde Buenos Aires. Sin embargo, los cálculos más moderados demuestran que siempre queda un remanente del consumo corriente. Además de que, como lo señalaban los labradores, si se favorecía la exportación, aumentaría notablemente la producción, y en este caso, los temores quedarían absolutamente descartados. Entonces debemos pensar que quienes levantaban de continuo la bandera del pánico ante la inminente hambre, debían ser los mismos comerciantes monopolistas -que usufructuaban los sudores y sacrificios de los chacareros- en vislumbrando la amenaza de perder sus pingües negociados" […]

Alba Omil

Extraído del libro Hace tiempo en el Noroeste, de varios autores, y próxima aparición.

martes, 26 de agosto de 2008

Por voluntad y elección


Artículo de Alba Omil publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, Argentina, el día 20 de julio de 2008. El vínculo directo a la nota es:


Con respecto a este artículo, la autora publicó una aclaración en el mismo diario el día 3 de agosto de 2008. El vínculo directo a la nota es: