Y escribió el poema.
Alba Omil
Vamos a hablar de Literatura: cuentos, ensayos, mitos y leyendas del Noroeste Argentino, entre otros temas. Nos basamos en la obra de Alba Omil, conocida y prestigiosa escritora de Tucumán, Argentina.
Ya señaló Menéndez y Pelayo que Don Juan Manuel no inventó ninguno de sus cuentos. Por otro lado, los estudiosos de la Literatura se han ocupado de buscar sus diversas fuentes, como acabamos de ver. Pero bueno es recordar que nada nuevo se halla bajo el sol; que en el orden literario no es necesario inventar una historia para ser considerado un creador; y Don Juan Manuel lo es en gran medida: toma la materia prima ajena –solamente los elementos esenciales, por lo general la línea anecdótica más simple, y esto para no hablar de cuando el punto de partida es apenas un refrán-, la amasa de nuevo, le incorpora otros elementos, la condimenta a su gusto, le da una nueva forma y le imprime su sello particular. Para lograr esto último pone en juego algunos recursos fundamentales de los que consideraremos los siguientes: a) su fuerte personalidad; b) su capacidad de síntesis; c) su oficio de narrador; d) su diestro, selectivo manejo del idioma.

De izquierda a derecha: Tulio Santiago Ottonello, Ana María Mopty de Kiorcheff y Jorge Namur, haciendo la presentación del libro.
Otro aspecto que desvela al hombre de nuestro tiempo y que nuestros grandes escritores -Borges, Sábato, Cortázar- proyectan en su obra es el de la apariencia frente a la realidad del mundo. La pérdida de confianza en la realidad es una actitud que inicia el hombre al entrar en la modernidad. Todos los cimientos de sus estructuras ceden cuando descubre la realidad oculta bajo una apariencia engañosa. Y así, se encuentra frente a dos elementos que, conjugados, se galvanizan y potencian: lo engañoso y lo transitorio del mundo y de la vida, pero qué paradoja, en lugar de huir, de despreciarlos, se aferra desesperadamente a esa realidad que lo limita y lo defrauda. Esta pérdida de confianza en sí mismo y en el mundo que lo cobijaba, llevó al hombre del siglo XVII a regresar al refugio de un prometido Más Allá, pero ¿y el hombre de hoy? Los personajes de Sábato, Sábato mismo, nosotros sus lectores, carecemos de esa sólida apoyatura teológico existencial que sostenía a los hombres del medioevo, o del Barroco. Independientemente de que el hombre de hoy sea o no religioso, le falta la solidez y la seguridad de un Más Allá que lo espera y lo compensará. El hombre de hoy lamenta su acabarse y, mal que mal, quiere seguir en este pobre mundo que tantas desventuras le ocasiona. Para Sábato, para Borges, para nosotros lectores, la eternidad está en la vereda de enfrente, y aquí nosotros, seres finitos condenados a morir, a abandonar todo aquello que amamos, que nos ata porque depositamos, con nuestro afecto, buena parte de nosotros mismos. Sábato lo plantea, aparentemente en broma pero con la más absoluta seriedad: "uno podría vivir una cantidad razonable de tiempo, digamos ochocientos, o mil años". Y sin duda, esta limitación lo entristece y lo deprime. En idéntica actitud están sus criaturas literarias.
[…] En la Crítica literaria, como en otros órdenes de la vida, hay figuras a las que el tiempo, o la moda, terminan por desdibujar. ¿Será por falta de entidad, de peso? Será. Pero hay otras que permanecen. ¿Qué es lo que distingue a los que perduran? Para empezar, la solvencia; también su modo de enfoque. Esa solvencia se asienta sobre la base de infinitos libros –“un saber de la cultura, un saber de la literatura”, diría Anderson Imbert- que luego enriquecerán y sustentarán el trabajo crítico, para que el lector establezca nexos, recomponga un cuadro mayor que el que se le ofrece, y se introduzca con comodidad dentro de la obra analizada.
En esa época medieval, llena de prodigios, según el mismo autor lo señala a través de Melusina, no puede extrañarnos la presencia de seres mitológicos, muchos de ellos provenientes del mundo celta. El mundo sonoro en este ámbito es diferente, más elemental y menos estridente. Son interesantísimos los sutiles cambios en este tipo de sonidos: casi en sordina, con muchos armónicos.
[…] Lugones se complace en la sensual contemplación del paisaje y nos brinda en sus versos una naturaleza transformada y suya, a veces artificiosa pero siempre embellecida, ennoblecida por el deleite de los sentidos que la palpan, sesgada por vagas armonías musicales: el poeta se presenta como un acuarelista que maneja hábilmente el color, la línea y llega hasta un grado musical admirable. Ahora bien, la suya no es una mera percepción sensorial, ni tampoco acumulación de objetos y detalles: es la percepción teñida de la emotividad del autor, que se transmite al lector (por supuesto, refiriéndonos siempre a lo mejor de su obra porque en un poeta que escribió tanto, no puede pretenderse que todo sea excelente). No es el frío inventario de la realidad que presenta ante nuestros ojos, es más bien la humilde y profunda captación del detalle que más lo impactó.
La piscina recortaba su blanco enceguecedor contra el césped jugoso, recién cortado. En el brocal, las niñas tomaban sol bajo un cielo luminoso, profundo y sin manchas. De entre las flores del laurel, todo blanco, salían trinos ocultos y, de rato en rato, asomaba alguna cabecita negra, como un pimpollo ajeno. Desde el frescor de la morera, otros tordos hacían coro.
[…] Si traducir un texto implica mucho más que volcar un idioma en el léxico y en los moldes de otro idioma, esto se agudiza en el caso del poema dantesco que, más que un poema es un mundo, por su contenido, por sus implicancias y por el momento en que fue escrito. Y Mitre tuvo que entrar en ese mundo. De otro modo, se hubiese perdido en el vacío: traducir la Divina Comedia mediante los programas de computación actuales, aún con las ventajas y los avances de la tecnología, donde ya se interpreta más “racional” y menos “linealmente” un idioma, no se podría ni siquiera aproximar al espíritu del libro, debido a los contextos que éste exige.
Los cuentos de Cortázar constituyen una suerte de rico palimpsesto: a medida que se profundiza en ellos, nuevos significados se encuentran.
Ezequiel Martínez Estrada ha señalado en el prólogo a la Antología de su obra: "Yo espero que algún día, si el mundo no es destruido por la ciega codicia de los plutócratas y los tecnólogos, o embrutecido y planificado científicamente a tal grado que sea preferible su aniquilamiento a su supervivencia en la infamia, espero que algún día, mi obra será leída y juzgada con equidad, ante todo como la producción de un artista y un pensador". De estas afirmaciones podemos hacer partir dos isotopías que se propagan por toda su obra:
No se sabe con precisión cuándo empezó a emplearse el término "cuento" para denominar un determinado tipo de narración. A ello debe añadirse que el uso de esta palabra, en su origen, es bastante inestable: hacia los siglos XIV y XV se habla en forma indistinta de apólogo, ejemplo,
En nuestro territorio, el tratamiento de este tema, por lo general parte de una base equivocada: son frecuentes afirmaciones como la que sigue: "leyenda típicamente argentina, característica de zonas fabriles, generalmente azucareras".
La "tijerilla" no es otra cosa que una golondrina de cola ahorquillada. Con ella corta pedacitos de cielo y los arroja a la tierra para que disfruten los hombres.