[…] En la Crítica literaria, como en otros órdenes de la vida, hay figuras a las que el tiempo, o la moda, terminan por desdibujar. ¿Será por falta de entidad, de peso? Será. Pero hay otras que permanecen. ¿Qué es lo que distingue a los que perduran? Para empezar, la solvencia; también su modo de enfoque. Esa solvencia se asienta sobre la base de infinitos libros –“un saber de la cultura, un saber de la literatura”, diría Anderson Imbert- que luego enriquecerán y sustentarán el trabajo crítico, para que el lector establezca nexos, recomponga un cuadro mayor que el que se le ofrece, y se introduzca con comodidad dentro de la obra analizada.
Debido a esto, el crítico no ve, no debe ver, la obra aislada; la ve o debe verla, en. En un entretejido de situaciones que no se detallan pero que se respiran y se sienten; que laten en las entrelíneas, en el acomodo de palabras, en la selección del léxico, en su deliberado poder evocador, en la sintaxis. Y que gravitan. […]
No interesa cuál empezó a producir primero, si el poeta o el crítico; sin embargo, tenemos la seguridad de que el poeta estuvo antes: así lo demuestra, en primer término, su manera de ver el mundo; en segundo, su modo de expresarlo.
Toda su obra está atravesada por un eje ardiente, la nacionalidad, eje profundo a lo largo de su producción tanto crítica como poética: una suerte de médula hipersensible que la recorre y, extraño radar afectivo, que capta y refleja la esencia nacional. Y tenemos la sospecha de que ese escenario gigantesco, histórico-literario-cultural de la Argentina que Antonio Pagés Larraya presenta en sus ensayos críticos, no sería el mismo (ni la misma vibración, ni el enfoque apasionado, a veces doloroso) si no lo habitara un poeta fuerte […]
Debido a esto, el crítico no ve, no debe ver, la obra aislada; la ve o debe verla, en. En un entretejido de situaciones que no se detallan pero que se respiran y se sienten; que laten en las entrelíneas, en el acomodo de palabras, en la selección del léxico, en su deliberado poder evocador, en la sintaxis. Y que gravitan. […]
No interesa cuál empezó a producir primero, si el poeta o el crítico; sin embargo, tenemos la seguridad de que el poeta estuvo antes: así lo demuestra, en primer término, su manera de ver el mundo; en segundo, su modo de expresarlo.
Toda su obra está atravesada por un eje ardiente, la nacionalidad, eje profundo a lo largo de su producción tanto crítica como poética: una suerte de médula hipersensible que la recorre y, extraño radar afectivo, que capta y refleja la esencia nacional. Y tenemos la sospecha de que ese escenario gigantesco, histórico-literario-cultural de la Argentina que Antonio Pagés Larraya presenta en sus ensayos críticos, no sería el mismo (ni la misma vibración, ni el enfoque apasionado, a veces doloroso) si no lo habitara un poeta fuerte […]
Alba Omil
Extraído del libro El microrrelato y otros ensayos, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 2000.
2 comentarios:
gracias por la referencia a e.a.i, el ultimo gran maestre de la literatura americana
Lo escuché recitar (memorizando sin balbuceos) durante horas,junto a Teresa Ramonet, profesora de Literatura Española en la Sorbona, obras del Siglo de Oro español. Ocurrió en 1989 en la casa de Nelly
Dorronzoro, en Luján.
También tuvo deseo de explicar Foucault, Derrida,Barthes, Kristeva, Todorov, Greimas,
en una larga charla que tuvimos caminando por Luján tal vez el 14 de mayo de 1989. El 13 hicimos un acto de resistencia ante la inminencia del triunfo de Menem y
trazó una "Elipsis sobre la literatura argentina" en el Teatro Municipal "Trinidad Guevara" de Luján, presentado por mí en nombre del taller de la Canaleta Amarilla, cerrado el 24 de marzo de 1976 y del Centro de Estudios Sociales "Dr Emilio Ravignani", y fue recibido públicamente por mi padre, Hipólito González, presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Luján, entidad propietaria del teatro.
Antonio Pagés Larraya había esta-
do siete años sin dictar conferencias, atravesado por el dolor de la desaparición forzada de sus hijos, Guillermo y Rosa, y de su yerno, hasta 1976 decano de la facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires.
Debíamos cuidarlo por el estado de euforia en el que ingresó porque la gente vio su imagen y escuchó su palabra en el Informativo local de
televisión, que contaba entonces con unos veinte mil abonados, y lo reconocía en la calle, lo saludaba,
lo invitaba a pasear en auto o lo
invitaba a almorzar, en una explosión de simpatía espontánea, aunque solamente treinta personas asistieron a la conferencia el 13 de mayo de 1989 a las siete de la tarde. Entonces regresó algunas veces.
Recordó su infancia en Mendoza y se revolcó en la parva de hojas de un castaño gigantesco que había en la casa de Nelly, esposa del poeta y herrero Dardo Dorronzoro, que permanece desaparecido después de
su desaparición forzada el viernes 25 de junio de 1976.
A su vez, el padre de Teresa per-
maneció encarcelado en un campo de concentración franquista por cola-
borar llevando contabilidades en un
pequeño municipio español durante la Segunda República (1931-1939).
Antonio Pagés Larraya recordó que
sus padres. A él y al otro Antonio
que también fuera secuestrado y torturado cuando trabajaba en el diario Los Andes, a los seis años les regalaron un Facundo y despertaron en cada uno de ellos la misma vocación, y sutío Isidoro Larraya lo envió a los dieciocho años con un cajón de duraznos a la casa de Ricard Rojas, porque juntos estuvieron presos en Ushuaia después del 6 de setiembre de 1930.
isidoromateogonzalez@hotmail.com
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