Ezequiel Martínez Estrada ha señalado en el prólogo a la Antología de su obra: "Yo espero que algún día, si el mundo no es destruido por la ciega codicia de los plutócratas y los tecnólogos, o embrutecido y planificado científicamente a tal grado que sea preferible su aniquilamiento a su supervivencia en la infamia, espero que algún día, mi obra será leída y juzgada con equidad, ante todo como la producción de un artista y un pensador". De estas afirmaciones podemos hacer partir dos isotopías que se propagan por toda su obra:
Alba Omil
1- Su desencanto crítico
2- Su actitud de pensador y de artista que interpreta la realidad.
Sus cuentos, en consecuencia, se nos presentan como la síntesis metafórica de su concepción del mundo. Lo mismo puede decirse de sus poemas y así lo ha señalado Alfredo Veiravé en "Martínez Estrada o la poesía de las esencias", Revista Sur Nº 348 (1981): 69-79.
Entramos, al leer estos cuentos, en un mundo movido por fuerzas oscuras, crueles e implacables en el que el presagio tiene mágicos, sombríos poderes:
"[...] tal como lo presagiara un día la cólera del sacerdote [...]" ("La inundación").
Este mundo es dual, dividido en compartimientos estancos irreconciliables: el bien y el mal. Y en él se mueve el hombre, cercado por la soledad, extranjero, sin posibilidad de comunicación, sin posibilidad de salvación. El problema de la soledad atraviesa como un tema meridiano su obra y, acaso como una proyección personal: la suya es la soledad del francotirador que en un momento de su vida tuvo que expresar, aclarar o justificar: "Tiro piedras porque tengo las manos limpias". [...]
Alba Omil
Extraído del libro Análisis de la Narrativa Argentina, de Alba Omil. Ediciones de la Biblioteca Alberdi, Tucumán, Argentina, 1986.
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