Sabemos que Dulcinea es un ser inasible, un tejido de humo; nadie nunca podrá decir, con acierto, cómo fue, más allá de los imponderables emitidos de tanto en tanto por Don Quijote. En este sentido se emparienta con Solveig Amundsen (personaje de la novela Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal. Buenos Aires: Sudamericana, 1973). Solveig, según manifiesta Adán, “era la materia prima de toda construcción ideal, o el barro con que se amasan los ensueños”. Pero el parentesco va mucho más allá de las generalidades: Alonso Quijana, hidalgo de aldea, hombre solitario, de vida aparentemente vulgar, sale del anonimato recién cuando descubre que su destino es el de caballero andante cuyo norte y guía ha de ser la bella princesa Dulcinea del Toboso. Del mismo modo, Adán Buenosayres no reconoció su estado de tribulación y soledad hasta el momento en que le fue revelado su “norte verdadero en la figura de aquella”. No la nombra, como suele hacerlo Don Quijote con Dulcinea, sino por medio de perífrasis o de eufemismos, Así llegamos a dos condiciones que remarcan el parentesco
Dulcinea Solveig
Guía Norte y guía
La señora de mis pensamientos Ella, aquella
[…]
Singular importancia concedió Don Quijote al hecho de buscar nombre para su amada, nombre de cuya secreta realidad sólo él era depositario, porque ¿quién más sabía que Dulcinea era el otro nombre de Aldonza Lorenzo? Por otra parte, el caballero de la Mancha, en más de una ocasión va a protestar porque los labios impuros de Sancho pronuncian el nombre tan venerado. En cuanto a Solveig, leemos lo siguiente: “El nombre reservado estaba dicho… Lo que más le dolía era ver ya en los labios impuros del dragón aquel nombre que no había proferido él ni siquiera en su Cuaderno de Tapas Azules. Pero ¿qué hacer? ¿abatir al dragón y arrancarle de la boca el dulce nombre profanado?”.[…]
Dulcinea Solveig
Guía Norte y guía
La señora de mis pensamientos Ella, aquella
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Singular importancia concedió Don Quijote al hecho de buscar nombre para su amada, nombre de cuya secreta realidad sólo él era depositario, porque ¿quién más sabía que Dulcinea era el otro nombre de Aldonza Lorenzo? Por otra parte, el caballero de la Mancha, en más de una ocasión va a protestar porque los labios impuros de Sancho pronuncian el nombre tan venerado. En cuanto a Solveig, leemos lo siguiente: “El nombre reservado estaba dicho… Lo que más le dolía era ver ya en los labios impuros del dragón aquel nombre que no había proferido él ni siquiera en su Cuaderno de Tapas Azules. Pero ¿qué hacer? ¿abatir al dragón y arrancarle de la boca el dulce nombre profanado?”.[…]
Alba Omil
Extraído del libro Ensayistas del NOA, de varios autores. Secretaría de Post-Grado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1992.
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