jueves, 26 de abril de 2007

La Pachamama

Aníbal Carrillo: Bestia, mujer, diosa. Óleo sobre tela. 80 x 110 cm. Extraído del libro Arte y mito en las culturas Andinas del Noroeste Argentino, de Alba Omil y Aníbal Carrillo. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 2003.

Pacha = universo, mundo, lugar. Mama = madre

Es un mito rico y complejo, entretejido con muchos otros. A propósito de la Pachamama, el Padre Fortuny dice "el quirquincho es su cuchi, la víbora su lazo"
Su culto sorprende al estudioso, fundamentalmente por dos razones:
1. Su antigüedad; su origen es remoto. Según Ibarra Grasso (Argentina indígena. Buenos Aires: Tipográfica Editora Argentina, 1971) muchos siglos antes de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, ya existía el mito. En efecto, el culto a la Pachamama es anterior a los incas, anterior a los huanacotas, anterior, al parecer, a los cultos solares.
2) Su persistencia en el tiempo. No nos referimos a las fiestas en honor de la Pachamama, que se hacen actualmente, y que tienen mucho de mise en scene especial para el turismo. Nos referimos al otro, al culto profundo, que lleva al cazador, al viajero, a depositar su ofrenda de coca, de maíz, de algarroba, de tabaco, en alguna apacheta, esos pequeños túmulos silenciosos que abundan en la intimidad de la montaña; un culto íntimo y auténtico que pervive en el alma del montañés de nuestros días, al igual que en el de hace más de cinco siglos.
La Pachamama es la madre de la tierra, o la tierra madre que los acoge y los alimenta.
También la madre de los cerros, la protectora de la fertilidad. No hay ídolos que la representen, apenas uno que otro grabado que podría ser, o no, ella. Ambrosetti reproduce diversas figuras que, a su juicio, la simbolizan.
Como podría observarse, es una mujer vieja, porta una bolsa y una cántara a sus espaldas; tiene el vientre abultado. Todo esto aludiría tanto a la fecundidad como a los dones que Pachamama puede dispensar: agua, mieses, buenas cosechas, fertilidad de las hembras en diferentes órdenes.
Es una fuerza, un alma. Vive oculta en la montaña, o acaso alienta allí, en los altos valles. A veces la protegen las nieblas, el alpapuyo, que baja en los atardeceres y que es quizás su cómplice. Acompaña y protege al montañés que la invoca, le canta y, a su manera, le reza; protege también su habitat [...].

Se la invoca -y/o propicia- para acrecentar los rebaños. Este culto explicaría el sentido de algunos petroglifos donde pueden observarse grandes grupos de camélidos, que pueden ser interpretados como ofrendas o como una invocación.
La Pachamama, según los relatos orales, también es la dueña del "Ojo’i tigre", es decir, la capacidad y a la vez el cupo que cada cazador tiene para cazar. Si se excede, la deidad se lo quita, no puede cazar más, y hay que hacer toda una ceremonia, con ofrendas y rogativas, para recuperarlo.

Alba Omil

Extraído del libro Creencias y ritos aborígenes del NOA, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2005.

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