martes, 10 de abril de 2007

Mutaciones


Se miró en el espejo y la sorprendió una cara agria, de labios afilados, y ojos opacos, con la imagen de la muerte bailando en el fondo de las cuencas oscuras.
-No vuelvo a mirarme. A menos que algún duende compadecido me devuelva mi antigua imagen
Y rompió el espejo.
Tiempo después (¿mucho? ¿poco? ¡quién sabe!) se encontró frente a frente con la luna de otro espejo: ojos brillantes, semisonrisa honda y cómplice, rostro luminoso.
No había visto al duende; seguro que no.
Después ató cabos: hacía unas semanas, en el recodo de un camino, vio pasar al angelito desnudo con el carcaj al hombro y una flecha pronta a ser disparada.

Alba Omil


Extraído del libro De este solar, de varios autores. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1998.

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